Desde
su conversión al universalismo, Occidente siempre ha considerado sus valores
específicos como valores “universales”, y, por tanto, legitimado para
imponerlos al mundo entero. En el Tercer mundo, lo primero que queremos hacer
es adorar al “verdadero Dios” (único, desde luego), después hemos pretendido
aportar la “civilización”, el “progreso”, la “democracia” y el “desarrollo”. La
ideología de los derechos humanos no escapa a la regla. Leer artículo