En todas partes de Europa prevalece la
negación de la realidad y el delirio ideológico que la acompaña. Por un lado, están todos aquellos que se aferran a su
visión universalista e ingenuamente humanitaria, mientras que la realidad del
choque de civilizaciones e imperios es evidente, y por otro lado, están los que
mantienen la nostalgia de una soberanía nacional perdida, que ya no puede serlo
porque está desconectada del poder. Leer artículo