Existe la ecología, por un lado, y el ecologismo, por otro.
Bruno Durieux, autor de Contra el
ecologismo, respeta la disciplina científica, pero denuncia la “doctrina
política que se apropia de la ecología”, ese “izquierdismo reaccionario” que
hoy prospera sobre las cenizas de las calamitosas ideologías del siglo XX.
El
autor no es un especialista en ecología, es economista, escultor emérito y
exdiputado y antiguo ministro. Decide, sin embargo, aventurarse “sobre el
terreno minado de la ecología” animado por su pasión por la naturaleza y su
convicción de que el éxito de esta ideología es deletéreo para nuestra
economía.
Predicadores del fin
del mundo
Para no dejar margen a la crítica, el autor ha trabajado el
tema y describe con múltiples referencias el nacimiento del ecologismo y su
poder en aumento que nada parece poder detener. Pese a su sutileza, se siente
bajo su pluma un cierto enfado. De vez en cuando parece respirar, toma aliento
y despliega su argumentación.
Durieux nos recuerda que el ecologismo se equivoca puntual y
regularmente. El Club de Roma anunciaba el fin de los recursos fósiles para el
año 2000: error. Otros veían extenderse las hambrunas ligadas a la explosión
demográfica: error. Una crisis mundial del agua: más error. Debemos refrescar
nuestra memoria. Estas predicciones tienen ya 30 0 40 años. El tiempo pasa
rápido. ¿No ha llegado la hora de echar cuentas? Pues ahora, en cualquier caso,
nos susurran otra predicción: ¿qué pensar del “catastrofismo climático?
Las tecnologías
desechadas
No sólo las malas predicciones del ecologismo han socavado
su credibilidad, sino que progresivamente han tejido una inmensa red que ha
hecho que las economías de los países europeos cayeran en la trampa. Así, con
el principio de precaución “el Estado se ve obligado a actuar sobre la
incertidumbre”, “en la incertidumbre para evitar lo incierto”… “En tal
situación, no le queda otra opción que la prohibición”. El ecologismo plantea
también el riesgo tan alto que logra estigmatizar a las tecnologías maduras cuyos impactos
ambientales están controlados y que, para algunos, podrían hacer frente a ciertos
desafíos ecológicos: los organismos modificados genéticamente, la energía
nuclear…
Así, Europa, que es la zona de mayor influencia de la
ideología ecologista es también aquella economía es menos dinámica: en
realidad, en ella ya ha comenzado el decrecimiento. Las semillas sembradas por
el ecologismo comienzan a germinar y los jefes de los gobiernos, dóciles
aparceros, han comenzado a recoger desórdenes sociales. La cosecha se anuncia
excelente.
A menos, que los responsables políticos, dice el autor, hagan finalmente que sólo las economías prosperen, confiando en las
tecnologías y la investigación que pueden reducir las afecciones
medioambientales. A decir verdad, Bruno Durieux entona una canción bien
conocida, pero que nunca ha logrado asentarse frente a los cantos guerreros de
los soldados del apocalipsis. Por el contrario, las campañas militares del
ecologismo siempre tienen a alguien dispuesto a escuchar. Un saludable ensayo
que intenta poner la iglesia en el centro de la ciudad. ■ Fuente: Causeur