Frente a la invasión migratoria, Europa debe, como el Imperio romano cuando tuvo la voluntad de defenderse para sobrevivir, reconstruir un nuevo "limes" marítimo en forma de un cinturón de plataformas marítimas militarizadas, sobre el modelo de las plataformas petrolíferas.
La Europa
continental, sometida desde hace décadas a un proceso de inmigración masiva es
hoy, en realidad, objeto de una auténtica invasión. Esta invasión migratoria,
ampliamente clandestina, se realiza sin violencia, sin armas, sin hostilidad
aparente. Y por estas razones, los gobiernos europeos organizan los flujos
migratorios. Frente a esta ola, que algunos dicen imparable, sólo la
construcción de un nuevo limes
permitirá a la civilización europea sobrevivir a este siglo XXI.
Aun
desplegando sus barcos de guerra, Europa, lejos de repeler a las
embarcaciones de migrantes clandestinos o de devolverlos a las costas de los
países de partida, instituye una auténtica ruta marítima sobre la cual los transbordadores
europeos franquean el Mediterráneo a los individuos que se encuentran en la más
absoluta ilegalidad. Pero los pueblos europeos se sienten traicionados por sus
dirigentes y desean, por el contrario, que ellos desplieguen una política de
protección e inviolabilidad de sus fronteras.
Los flujos
migratorios procedentes de África se multiplican de forma exponencial, a medida
que explota la demografía africana. Sería muy complejo y extremadamente costoso
desplegar las flotas de guerra sobre un largo período, pues ésta no es su
misión. Europa ya no puede, a diferencia de Estados Unidos o Israel, proteger
su territorio fortificando sus fronteras terrestres.
En efecto,
excepto la cuestión de la frontera turca, los territorios de ultramar y los
enclaves de Ceuta y Melilla, la frontera europea está esencialmente
representada por el mar Mediterráneo. Para
resistir a las nuevas invasiones bárbaras, Europa debe, como el Imperio romano
cuando tuvo la voluntad de defenderse para sobrevivir, reconstruir un nuevo limes marítimo.
Este limes marítimo podría tomar la forma de
un cinturón de plataformas marítimas militarizadas, sobre el modelo de las
plataformas petrolíferas, que protegería, a intervalos regulares, las aguas
territoriales europeas. Sus misiones serían múltiples. Estas plataformas
podrían, en primer lugar, prohibir sistemáticamente el acceso a las
embarcaciones de migrantes haciéndolas retornar hacia las zonas de partida.
Dotadas de sistemas de radares, de patrulleras guardacostas, helicópteros y
equipos de intervención rápida, tendrían la misión de impedir el paso de las
embarcaciones no autorizadas en las aguas territoriales europeas. Los
clandestinos interceptados serían identificados (y, por supuesto, objeto de
atención sanitaria y humanitaria) en estas plataformas, antes de retornar a las
zonas de partida, lo cual debería efectuarse con la mayor celeridad posible por
navíos preparados a tal efecto, que tomarían la ruta de los clandestinos en
sentido inverso. Serían los primeros guardianes del principio según el cual “nadie
entra en Europa si no es invitado”.
Del mismo
modo que respecto a la lucha contra los flujos migratorios, estas plataformas
marítimas podrían también jugar un papel muy eficaz contra el tráfico de droga,
especialmente en torno al estrecho de Gibraltar. Y, más allá, podrían
igualmente servir de bases de defensa con sus equipos de radares, misiles
antiaéreos y antisubmarinos, escudos antimisiles, en el marco de un potencial
ejército común europeo. Un equipamiento adecuado serviría, en fin, para
prevenir las amenazas asimétricas terroristas que se ciernen sobre las dos
riberas del Mediterráneo.
¿Cómo?, nos
preguntarán aquellos que no ven el mundo más que bajo el prisma económico. La
única respuesta es que se trata de la única medida que hoy puede hacerse para
asegurar la supervivencia de Europa. A fin de amortizar los costes de
construcción y de rentabilizar estas instalaciones, las plataformas podrían
servir para otras tareas como puerto seguro para los barcos en dificultades o
para llevar a cabo investigaciones científicas oceánicas. Pero la obra deberá
ser, ante todo, un sistema defensivo dedicado a la protección del territorio
europeo y de los pueblos europeos de forma duradera. Con la finalidad de seguir siendo una
civilización europea durante este siglo XXI, Europa debe, si no quiere verse
arrastrada y aniquilada por los vientos de la historia, hacer de la fortaleza
europea, tan denigrada, una realidad concreta. Un limes marítimo para proteger el paraíso europeo. ■ Fuente: L´Incorrect