Dicen en
Francia que la izquierda y la derecha, c'est
fini! He aquí, quizás, el único punto en el que hoy existe unanimidad en la
clase política, desde Marine Le Pen (Reagrupación Nacional) a Jean-Luc
Mélenchon (La Francia Insumisa), pasando por Emmanuel Macron (La República en
Marcha), sin hablar del gran partido mediático formado por los periodistas y
comentaristas. Pero yo no lo creo así. Es una idea a la moda, por tanto una
idea, a priori, falsa. Veamos por
qué.
Ciertamente,
se ha señalado repetidamente que los partidos de izquierda y los partidos de
derecha no se encuentran en su mejor momento, lo que sería testimoniado por la
rotunda paliza que el Partido socialista francés y el Partido
liberal-conservador de Los Republicanos han recibido en las elecciones
europeas. Pero no han perdido porque sean partidos de izquierda o de derecha.
Como prueba, los resultados de las otras formaciones en liza: Agrupación
Nacional, La República en Marcha y Europa Ecología-Los Verdes. Estos no son
partidos, sino movimientos, con una estructura flexible, a voluntad de su
líder, al menos en los dos primeros casos. Excepción a la regla: los Insumisos,
aunque tampoco constituyan realmente un partido y cuenten con un líder
carismático, Jean-Luc Mélenchon.
Su caso es,
quizás, todavía más grave, porque es el resultado de un malentendido nacido
durante las elecciones presidenciales de 2017, entre el partido y su electorado
de izquierdas. Pero esa es otra historia. En cualquier caso, lo que está en
juego hoy no es la división entre la izquierda y la derecha, sino la forma de
partido que se desarrolló en el movimiento obrero francés a principios del
siglo XX, según la doble influencia del Partido socialdemócrata alemán y del
Partido bolchevique de Lenin. Tal modelo, en efecto, está inadaptado a las
formas de la vida política moderna: organización, participación, comunicación.
Este modelo confisca la vida política en el único beneficio de los activistas.
Queda por concebir un modelo de organización democrático de masas, que no sea
una simple copia de un modelo incluso peor, como el de los populismos actuales,
pero también el de los fascismos de ayer, gravitando todos en torno a un líder
carismático y a una banda de segundones completamente devotos de la persona de
su líder.
Por otro
lado, la izquierda y la derecha seguirán existiendo, porque son dos categorías
fundamentales de nuestro universo político, e incluso de nuestro propio
universo. Estamos, de forma mayoritaria, políticamente lateralizados como lo
estamos corporalmente. Naturalmente, también en política hay ambidiestros, como
los hay en la vida normal. Pero son excepciones. Quiero precisar también que
esto es sólo una analogía para hacerme comprender Por supuesto, En caso
contrario, la izquierda todavía tendría más de lo que preocuparse, dada la
preeminencia de los diestros frente a los zurdos en la vida corriente.... Pero
la comparación tiene un interés adicional. Al mostrar que las dos partes del
cuerpo se complementan y no se inclinan a destruirse mutuamente, la fisiología
concede aquí a la política un consejo muy útil.
Los dos grandes
polos de la vida política son el orden y el progreso, como decía Auguste Comte,
o también el orden y el movimiento, como decía François Goguel. Ambos son
necesarios. Es bueno que haya conservadores y progresistas. Rechazar esta
lateralización es optar por la guerra civil. Añadamos que un individuo
determinado no pertenece enteramente al mismo campo político. Por mi parte,
tengo interiorizado que soy un 52% socialdemócrata, un 24% conservador y un 24%
libertario. Pero no se trata de cambiar a la mayoría ni de cambiar las
actitudes o predilecciones de cada cual…
La prueba de
que la izquierda y la derecha partidarias y la izquierda y la derecha
intelectuales no se confunden la encontramos en los sondeos de opinión.
Mientras que una mayoría de las personas encuestadas convienen que ven poca
diferencia entre partidos de izquierda y partidos de derecha, también la
mayoría no se muestra reacia, cuando se les pregunta, a situarse en uno de los
lados del eje izquierda-derecha.
Lo que
cuestionan, pues, no es la misma existencia de estas nociones, sino su
incapacidad para reconocerlas en el universo político actual. No hace falta ser
un gran visionario para diagnosticar que el centrismo inicial de Macron no era
más que una mera apariencia, o incluso una simple etapa. Él mismo decía “ni
derecha ni izquierda”, pero hubiera debido interpretarse como “de derecha y de
izquierda”.
Es el mismo
ejercicio del poder el que, con razón o sin ella, le llevó a elegir su lado preferente.
Durante las elecciones europeas, Macron no venció a la derecha liberal, sino
que ocupó su lugar. Esta era la intuición de Alain Juppé. Antes, había un mundo
entre el macronismo y el lepenismo. Pero habrá que ver, a medio plazo, si
continúan las reclasificaciones, vergonzosas, en ambos bandos.
No obstante,
hay un vacío, una gran brecha entre el macronismo y la extrema izquierda. La
ecología, que es una doctrina de salvación, más que una política, no es
suficiente para cumplir. Excepto para ocupar todo el lugar de la izquierda
moderada socialdemócrata. Para ello, Yannick Jadot, líder de Europa
Ecología-Los Verdes, y sus amigos tendrán que asumir el programa de la
izquierda socialista, el mismo al que el Partido socialista ha renunciado:
nación, escuela, laicidad, igualdad social. Quien sea el primero en tener la
valentía de volver a los orígenes, sin perjuicio de integrar la vertiente
ecológica, se asegurará la hegemonía en el interior de la izquierda cuando se
presente le oportunidad. ■ Fuente:
Marianne