Las elecciones regionales de Emilia-Romagna han supuesto un revés para Matteo
Salvini, aunque la derecha no había conseguido nunca tan buenos resultados en
la región. Para la periodista Marie d’Armagnac, autora del libro «Salvini, el
indisciplinado», el líder populista ha perdido una batalla, pero no la guerra.
En la noche del 26 al 27 de enero, los resultados de tan esperado
escrutinio caían como una bomba: la coalición de la derecha, fuertemente
dominada por Salvini, no lograba imponerse en la poderosa región de
Emilia-Romagna, que continúa en manos de su gobernador Stefano Bonaccini,
miembro del Partido Demócrata (PD, de izquierda).
Hasta el último momento, los sondeos mostraban un codo a codo entre Stefano
Bonaccini y Lucia Borgonzoni, la candidata de la Liga, pero el miedo a una
derrota de la izquierda, una derrota que hubiera sido realmente histórica, fue
clave en la fuerte movilización de los electores. La participación en este
escrutinio se elevó, de hecho, al 67,67%, una participación que fue, sobre
todo, intensa en las ciudades de la región como Boloña, Módena y Rávena, y que
fue favorable a la izquierda. Muchas lecciones pueden extraerse de estas
elecciones.
A nivel local, los resultados de esta elección muestran la permanencia de
una cierta cultura de izquierda, muy implantada en esta región. Stefano
Bonaccini hizo campaña reivindicando su balance de gestión, más que señalando
su pertenencia al Partido Demócrata, cuyo logo no apareció en los carteles y la
propaganda de la campaña.
El movimiento de las Sardinas jugó su papel en este sentido, revelando la
existencia de una militancia resueltamente anclada en la izquierda, con una
estrategia comunicativa que, si bien no es disruptiva, como el tema del
baluarte contra el fascismo, se inserta perfectamente en una dialéctica «políticamente
correcta», aunque superada, muy esperada y bienvenida por el candidato
social-demócrata. Pero no hay que olvidar que el PD ha perdido el 10% de sus
apoyos desde las últimas elecciones regionales de 2014, mientras que la Liga
pasa del 19,4% al 32,1%.
En fin, la complejidad de la ley electoral italiana, con un plus añadido
al candidato más votado, ha provocado que el Movimiento 5 Estrellas haya
sufrido el castigo del voto útil: según el Instituto Cattaneo, el electorado
del M5S se inclinó masivamente por el
Partido Demócrata en las ciudades de Forli, Ferrara, Boloña y Rávena.
A nivel nacional, indiscutiblemente es un duro golpe para Salvini. Es una
primera gran derrota para el líder de la Liga: se le reprocha haber
personalizado en exceso el debate, de querer hacer de las elecciones regionales
un test nacional. Pero, realmente, ¿hubieran cambiado las cosas si Salvini no
se hubiera implicado totalmente? El desafío lanzado era muy grande y Salvini se
lanzó literalmente a la lucha electoral, haciendo una campaña que algunos han
calificado de «americana»: 300 mítines y manifestaciones públicas, a veces seis
cada día, en menos de tres meses, en una región que no ha conocido la
alternancia política desde hace sesenta años. Sus apariciones, así como las de
Giorgia Meloni, sobre los platós de televisión, se han sucedido a un ritmo
desenfrenado. Su objetivo era, evidentemente, continuar metiendo presión sobre
Roma: una victoria en Emilia-Romagna habría debilitado todavía más a la
coalición gubernamental que ya sufre una alarmante ausencia de coherencia y de
una gran fragilidad del aliado M5S.
Su estrategia sigue siendo la misma: sucesivas conquistas de las regiones
italianas por la coalición de derechas (Trentino-Alto Adigio, Abruzzos,
Molisa, Basilicato, Cerdeña y Friulia-Venecia-Julia), quehan reforzado la
legitimidad de una demanda de elecciones nacionales. Cada día sorprende más que
el parlamento no sea nada representativo de la orientación política de la
mayoría de los italianos.
País legal contra país real. En esta simbólica maniobra de sitio y acoso
de la capital italiana, la victoria en Emilia-Romagna, según Salvini, debía
haber supuesto un serio golpe a la credibilidad del actual Parlamento italiano.
No será el caso, al menos de momento. El jefe del gobierno, Giuseppe Conte, no
ha esperado mucho para declarar «la derrota del hombre de los eslóganes»,
evocando la posibilidad de consolidar la mayoría gubernamental para constituir
un bloque contra la derecha.
Sin embargo, esta derrota de Salvini no garantiza, en realidad, a
Giuseppe Conte más que un corto recorrido: el M5S ha caído al 4,5% de los
votos, solo unos días después de la dimisión sorpresa de su líder, Luigi Di Maio.
El M5S, partido antisistema en sus orígenes, y cuya razón de ser era la
oposición al Partido Demócrata, paga, y muy caro, su alianza con el PD. Este
giro de 180º no ha sido bien apreciado por su base militante, y la oposición de
Di Maio al fundador del movimiento, el excómico Beppe Grillo, favorable a un
acercamiento al PD, ha aumentado la confusión. Pero el M5S dispone de una relativa mayoría en
el Parlamento, lo que justifica su presencia en la coalición gubernamental. La
debilidad de su presencia local, así como su incoherencia ideológica, defectos
estructurales del movimiento, no auguran su supervivencia a largo plazo, y ello
fragiliza, evidentemente, al ya débil gobierno italiano.
Hay otra enseñanza que puede extraerse del escrutinio: la caída del M5S ¿señala
el retorno al bipartidismo de la vida política italiana? Aunque es demasiado
pronto para saberlo, se puede, sin embargo, plantear la cuestión, y sobre todo
intuir la posible futura derrota de Matteo Renzi. Al crear su pequeño partido
Italia Viva hace algunos meses, él quería hacer, de esta escisión del PD, el
arma de destrucción masiva de este último, sobre el modelo de lo que Emmanuel
Macron hizo en Francia con el lanzamiento de LREM: tomar el lugar del Partido
Socialista y reducirlo a una formación política anecdótica. Pero, por el
momento, es innegable, viendo la satisfacción de Nicola Zingaretti, el patrón
del PD, que este partido mantiene un nivel nada despreciable.
En fin, estas elecciones en Emilia-Romagna se presentan como emblemáticas
de la nueva división centro-periferia que, tanto en Italia como en Francia, se
superpone a la antigua división izquierda-derecha. Señalando, además, que esta
última división ha evolucionado: más que una oposición clásica entre la
derecha y la izquierda, se trata hoy de una oposición entre una derecha
preocupada por la seguridad, la identidad y la soberanía, y una izquierda
multiculturalista y ecologista. En las manifestaciones de las Sardinas,
encontramos a los mismos militantes que integran las marchas contra el cambio
climático.
Al mismo tiempo, hay que considerar también que la coalición de las
derechas ha ganado las elecciones que, en el mismo día, se celebraron en
Calabria. Es la primera vez que la Liga, cuyas raíces y orígenes son
resueltamente nordistas, obtiene diputados en Calabria. Es también, como ha
comentado la líder de Fratelli d´Italia, Giorgia Meloni, el signo de que
Calabria, tierra del sur, enclave y víctima desde siempre de una sangrienta
mafia, la Ndrangheta, ha manifestado una voluntad de cambio, opuesto a la
mentalidad asistencialista y estatalista alimentada por el M5S, como la
propuesta de un «ingreso ciudadano» del que se beneficiaría ampliamente la
población del sur de Italia.
Estas elecciones no son las últimas, sino las primeras de una larga
serie: en mayo-junio de 2020, los electores serán llamados a las urnas en
Toscana, Campania, Liguria, Venecia y las Marcas. Solo en este momento sabremos
si las elecciones de Emilia-Romagna han constituido un auténtico golpe a la
conquista del poder por el líder de la liga, o si ha conseguido extraer provecho
de esta derrota. De momento, parece que Salvini ha perdido una batalla, pero
no necesariamente la guerra. ■
Fuente: FigaroVox