La
campaña de carteles contra el acoso sexual en los servicios y transportes
públicos muestran un poco más la violencia del neofeminismo, que ya no es un
combate sino una ideología. Estos asuntos enseñan el cariz de lo que conviene
llamar ya hoy el neofeminismo. El prefijo “neo” pone el acento en el hecho de
que nos enfrentamos a algo nuevo, finalmente bastante alejado de una voluntad
de emancipación femenina. Este nuevo feminismo, hecho de voluntad de poder, de
androfobia, de pensamiento mágico irracional e incluso de violencia, no es el fruto
de un lobby bien organizado; se ha
convertido en una ideología particular.
Tiene
todas las características. Cognitivas, con sus dogmas: el patriarcado oprime a
la mujer desde la noche de los tiempos. Morales, con la sentencia: el hombre es
el mal. Y, también, normativas: con la puesta en marcha de reglas penales
contra los principios que gobiernan dicha materia.
El infierno neofeminista está cubierto
de buenas intenciones
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Dos
asuntos de importancia desigual, que se refieren a una campaña de publicidad en
el metro parisino, por un lado, y la polémica alrededor de la vuelta a escena
de Bertrand Cantat, por otro, enseñan cómo pasar de reivindicaciones legítimas
y útiles a la creación de un corpus ideológico despegado de la realidad e
inclinado al fanatismo.
Con
la loable preocupación de luchar contra el acoso sexual en los transportes
públicos, la red pública y la región Île-de-France lanzaron, el 5 de marzo de
2018, una campaña publicitaria. Bastante sorprendentes esos carteles que
transforman una incontestable y deplorable violencia en el crimen sobre todo
crimen. El problema es que incluso los proyectos gubernamentales, con la
creación de “la ofensa sexista”, clasifican jurídicamente este acoso en la
calle, en los andenes y vagones, en el apartado de las multas. Es decir, lo que
el Código Penal llama “violencias ligeras”. Que sean insoportables para sus
víctimas en su vida de todos los días no modifica esta calificación, ya que las
palabras tienen un sentido.
¿Quién tiene miedo del malvado gran macho blanco?
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Los
tres carteles ya avisan: “no minimicemos nunca el acoso sexual”. Y, para ello,
se esfuerzan en mostrarlo. En un entorno particularmente hostil aparece una
mujer joven agarrada a una barra del vagón. Según el cartel, detrás de ella
aparece el fondo del mar, una cueva oscura o un bosque igual de oscuro. Al lado
de ella aparecen unos depredadores amenazantes, preparados a abalanzarse sobre
su presa. ¡Y no cualquier depredador! Se trata de los tres animales que
atormentan el imaginario colectivo. Para empezar, los lobos, que atacan en
grupo en los bosques donde se pierden los humanos. Después, los osos, enorme y
poderoso plantígrado listo para triturar. Finalmente, el que después de la
película de Spielberg provoca el peor de los terrores: el tiburón, el gran
tiburón blanco. Que va a la caza cerca de las playas, en el borde del agua
donde las multitudes de turistas se instalan encantados. El miedo a los lobos y
los osos está presente en las tradiciones, la literatura, los cuentos para
niños. En consecuencia, también en las cabezas, de forma simbólica por
supuesto, pero esas bestias continúan encarnando lo peor para los humanos. El
tiburón es más reciente, y el acceso a su estatus de depredador número uno se
debe sobre todo al efecto del cine. No hay más que consultar los catálogos de
películas de horror para constatar su presencia recurrente.
Los hombres, unos animales como los
otros
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Quien
haya concebido dicha campaña, que imaginamos muy orgulloso de sí mismo, ¿ha
tenido en cuenta el tremendo contenido de esos carteles? Reducen a los hombres
que serían, por su naturaleza evidentemente, autores de incivilidades sexistas,
a unos animales, depredadores terroríficos, a punto de masacrar a sus presas.
Unas manos que se pasean, un frotamiento en el metro, llamadas insultantes,
ciertamente intolerables, son presentadas como mutilaciones mortales
abominables venidas de animales monstruosos. ¿Qué cartel pondrán entonces
cuando se trate de violación? ¿Qué significa esa metáfora, esa manera de
retirar a los hombres su humanidad, para reducirlos a animales salvajes cuya
única forma de preservar a sus víctimas es abatirlas? ¿Qué nos cuenta el hecho
de que esta campaña no haya provocado las reacciones indignas que merece un
sexismo tan imbécil? El problema es que estos delirios han entrado en las
cabezas, viendo que hasta los publicistas asimilan ingenuamente a los hombres
como animales que hay que liquidar.
Es
ahí donde se toma la medida del daño de la ideología neofeminista. Cuando nos
reímos de los excesos de Caroline de Haas (activista feminista) cuando enseña
sus estadísticas absurdas según las cuales dos hombres de cada tres serían unos
depredadores sexuales y que el Estado francés encubriría violaciones en masa en
el territorio. ¿Qué decir de esos carteles que afirman cosas mucho peores?
Cantat, condenado para siempre… Sauvage
liberada a perpetuidad
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La
polémica alrededor del cantante Bertrand Cantat (condenado por el asesinato de
Marie Trintignant en grado de homicidio involuntario) ilustra también, en
muchos aspectos, la emergencia de esta ideología. Su pena ya cumplida, y quince
años después de los hechos, el cantante ha querido retomar su actividad
artística. Pero se ha encontrado con un clamor considerable que agrupaba
aquellos que legítimamente podían oponerse a su vuelta, pero también los
grandes batallones de feministas furiosas y decididas a hacerlo callar.
Si
las escucháramos, autor de “feminicidio”, condenado a una pena muy indulgente,
debería ser enviado al ostracismo para siempre. Pero ojo con apuntar a que las
mismas que reclamaban la pena de muerte civil para el cantante habían luchado
furiosamente por la liberación de Jacqueline Sauvage. Recordemos brevemente que
ésta asesinó fría y voluntariamente a su marido con tres balas en la
espalda y, por ello, fue condenada por asesinato en dos ocasiones a diez años
de cárcel. Todos los apoyos invocaron las violencias que habría soportado
durante los cuarenta y siete años de vida común con su marido, y que habrían
justificado el asesinato. La instrucción y los debates judiciales demostraron
la ausencia de realidad en esta explicación. Dos autores realizaron una
investigación en profundidad y publicado un libro, “La verdad sobre el asunto
Jacqueline Sauvage”, que demuestra las mentiras del story telling sobre las que François Hollande, en contra de la
opinión de los magistrados, se apoyó para conceder el indulto a la asesina y
dispensarla de cumplir la pena fijada por los jueces.
Nada
más salir de la cárcel, Jacqueline Sauvage se precipitó a los platós de
televisión, escribió un libro y acompaña desde entonces la realización de una
película sobre su “historia”. Nunca se ha preguntado la opinión a los miembros
de la familia del hombre asesinado, que no han tenido los mismos derechos que
Nadine Trintignant (la madre de la mujer asesinada por Cantat).
El neofeminismo es una ideología
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Cuidado
con aquéllos que señalarán esa sorprendente contradicción, que ven a las mismas
personas gritar por la muerte de alguien, en un caso, y pedir el derecho de
matar, en el otro. La única respuesta será el insulto y el sentimiento de
hablar con la pared. Y de estar ante fanáticas para las que la realidad no
tiene ninguna importancia.
Matar
involuntariamente a una mujer sería el crimen sobre todo crimen; matar
voluntariamente a un hombre siempre tiene justificación. Esta manera del
neofeminismo de ver el mundo… ¿es una ideología totalitaria? ■
Fuente: Causeur