En
menos de una semana se abrirá en Biarritz la tradicional cumbre del G7 que
reúne, una vez al año desde 1975, a los jefes de Estado o de Gobierno de las
siete potencias industriales con más antigüedad.
La primera cumbre, un G6, fue
convocada en Rambouillet por el muy liberal Valéry Giscard d´Estaing y esta 44ª
reunión será presidida por su “digno” sucesor, Emmanuel Macron. Los tiempos,
sin embargo, han cambiado mucho y el Presidente francés, al contrario que su
antepasado político, corre el riesgo de sentirse muy solo en Biarritz.
Ciertamente,
el Presidente de la República estará aislado de sus conciudadanos por un
inverosímil despliegue de policías y militares, pero ese aislamiento no será
fuente de contrariedad para aquel que se preocupa sobre todo de gustar a los
poderosos. Sin embargo, precisamente es ahí donde más duele: hace apenas cuatro
años, Emmanuel Macron era un anfitrión en plena comunión con sus augustos
invitados, pero la rápida evolución de la foto de familia muestra hasta qué
punto Macron se inscribe ya a la contra del sentido de la Historia que la
izquierda societal invoca a todas
horas para justificar sus delirios ideológicos.
Durante
la cumbre del G7 reunida en Japón en mayo de 2016, la inmensa mayoría de los
representantes, de Barack Obama a François Hollande, eran todavía unos
políticos “macromorfos” (a la manera
de Macron): todos formaban parte de esa casta política occidental que se emplea
a fondo en debilitar a su propio Estado y fragilizar a sus propios
conciudadanos en beneficio de las transnacionales y organismos internacionales.
En esa época, el único líder un poco patriota era el Primer ministro japonés
Shinzo Abe, que tiene imagen de hombre de extrema derecha ante la izquierda
francesa, lo cual es a priori una
señal de calidad. De hecho, Shinzo Abe quiere reforzar la potencia militar de
su país con el fin de garantizar su seguridad y reconoce encarnar los valores y
la religión tradicionales de Japón, es decir, el sintoísmo.
Un
año más tarde, el representante japonés ya se encontraba menos solo en la
cumbre del G7 de Taormina, en Sicilia, cuando el inesperado Donald Trump había
ganado ante la musa de los antipatriotas, Hillary Clinton. El club de los
liberales libertarios todavía era, sin embargo, muy mayoritario, con un frente unido
de la decana Merkel al recién llegado Emmanuel Macron pasando por la falsa
patriota de Theresa May. En junio de 2018, en el G7 de Quebec, el bando
antipatriota había perdido un miembro más puesto que el preferido transalpino
de los oligarcas, Matteo Renzi, y su efímero sucesor habían sido barridos por
el dúo “populista” Di Maio-Salvini. Ya no había más que cuatro “macrófilos”
contra tres “macrófobos” y, en Biarritz, por la primera vez en su historia, ¡el
G7 reunirá a una mayoría de patriotas!
Resumiendo
la situación: a lo largo de las reuniones que se sucederán del 24 al 26 de
agosto, Emmanuel Macron ya no tendrá más que un solo amigo, su gemelo al otro
lado del Atlántico, el Primer ministro “gay
y muslim-friendly” de Canadá, Justin Trudeau. Aunque Angela Merkel tenga
una línea política muy cercana, no debería apoyar más que ligeramente al
Presidente francés con el que las relaciones no son nada cordiales. A la
inversa, el bando de los anti-Macron será compacto: el infatigable Shinzo Abe
continuará con la defensa prioritaria de los intereses de su país; Giuseppe
Conte, el Presidente del Consejo italiano, quien podría estar cerca de Macron
por sus desacuerdos con Salvini, querrá sin embargo hacerle pagar a aquel sus
menosprecios dirigidos al pueblo italiano; y el mamporrero Donald Trump podrá
contar con el apoyo incondicional de su propio gemelo al otro lado del
Atlántico, la nueva bestia negra de la prensa francesa, “el loco”, el
provocador de tupé rubio, “el homófobo”, “el islamófobo” y, colmo de los horrores,
el eurófobo británico Boris Johnson.
Si
se le ocurriera al Presidente francés mandar el uso de la violencia contra los
manifestantes, el curtido veterano Vladimir Putin, excluido de la cumbre desde
2014, ¡podría incluso aprovechar para acordarse de los franceses expresando de
nuevo su preocupación frente a la represión tan tremenda que hay en Francia! ■ Traducción: Esther Herrera Alzu. Fuente: Boulevard
Voltaire