En las
cercanías del 30 aniversario de la represión de Tiananmén, China acaba de
bloquear el acceso a Wikipedia, que
ya estaba prohibida en mandarín. Paradójicamente, el régimen hace de internet
un arma de propaganda con inquietantes y delicadas implicaciones.
Entre censura y amnesia
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El mundo
entero conserva en el recuerdo la imagen del “hombre del tanque” solo en medio
de esa plaza inmensa, que se enfrenta a una columna de tanques. Estamos en la
primavera de 1989: los estudiantes, junto con los obreros, ocupan la plaza de Tiananmén,
en Pekín, para reclamar una liberalización política. El 4 de junio, el ejército
abre fuego contra los manifestantes. Balance: diez mil muertos, según las
estimaciones más probables. Fin de la historia: en China, la amnesia es total.
Mientras que un tercio de la población china ha nacido después de 1989, el
bloqueo total de Wikipedia permite al
Partido comunista asegurarse de que ningún milenial
se informa fuera de los canales tradicionales. O que un listillo pueda
puentear el sistema traduciendo una página desde una lengua extranjera. Un buen
ejemplo de cerrojo puesto por el gobierno chino sobre internet. Además de la
prohibición de Facebook, Youtube y Google, las cifras de la censura en la
web dan vértigo: 26.000 páginas web “ilegales” cerradas en 2018, 6 millones de
comentarios borrados, 2 millones de personas contratadas a día de hoy para
vigilar la red entera. Y para llenar las prisiones, cuando se sabe que criticar
al gobierno significa diez años de cárcel.
Contenidos bajo control
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Ya que la
“policía de la red” no puede llegar a todo y que China ha apostado desde hace
tiempo por el mundo digital, el Imperio del Centro se ha visto obligado a
proponer contenidos alternativos. Las webs
occidentales prohibidas tienen sus análogos chinos, y funcionan muy bien. Google se ha convertido en Baidu; Youku reemplaza a Youtube;
Amazon es Alibaba. Todos están estrictamente enmarcados por el poder
político. La aplicación más popular es también la más generalista y permite
conocer todo sobre el perfil de quien la utiliza: WeChat ofrece a sus abonados
poder hablar, llamarse, y también efectuar transacciones financieras, coger
cita en el médico o localizar a un amigo. Para olvidar la amargura de la
represión, el régimen utiliza internet para divertir a la población, llenando
las redes sociales con una marea de contenidos de entretenimiento. Y se adapta
muy bien a los códigos de la juventud. En 2014, un grupo de prensa lanzó The Paper, una web que produce tanto
artículos serios como información insólita. Una especie de BuzzFeed a la salsa gubernamental china. Tanto que la ciberlibertad
se convierte en una estupenda herramienta de colecta de datos… y en una sólida
arma de propaganda.
El no-va-más de la globalización
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Abrirse a
internet a la vez que se capa el acceso al mundo exterior no es una tarea
fácil. En internet, la resistencia se organiza y se reinventa. Para escapar a
la censura, las redes privadas virtuales (VPN) permiten a muchos estudiantes e
intelectuales conectarse a servidores situados fuera de China. Por supuesto,
los programas que lo permiten son ilegales, y cierran y se reabren a la vez que
el régimen y los proveedores de VPN juegan al gato y al ratón. Los internautas
intentan igualmente escapar al bloqueo de palabras clave desarrollando un lenguaje
codificado hecho de homófonos y juegos de palabras. Es difícil estar presente
en el mercado internacional digital rechazando sus reglas. El anuncio reciente
del divorcio entre Google y Huawei será un duro golpe para el
gigante chino de los teléfonos inteligentes, acusado por EE.UU. de espionaje:
es poco probable que los clientes occidentales quieran comprar teléfonos sin
acceso a la gama de aplicaciones de Google. Si, en plena guerra comercial
contra EE.UU., las ambiciones chinas en lo digital son internacionales, el
ciberimperio del Centro, sin embargo, tiene unas fronteras muy grandes. ■
Fuente: Le Figaro Magazine