El
antiguo sueño teutónico de dominación de toda Europa se ha hecho realidad con la Unión Europea. Más
precisamente, con la nueva Alemania liberal, que se ha convertido en el líder
indiscutible de una Unión Europea, en cuyos espacios el machacón lema "Más
Europa" pide que se traduzca siempre en la fórmula implícita "Más
Alemania".
En este sentido, Beck ha utilizado expresamente la frase "das deutsche Europe" como título de
uno de sus estudios. La fórmula de "más Alemania" que se acaba de
mencionar, a su vez, podría aclararse aún más adecuadamente, explicando que no
fue Alemania qua talis, concebida como un organismo vivo y unitario en sí misma, la
que se benefició de esta dinámica, sino la clase dominante capitalista que
operaba en el área teutónica.
La hegemonía de Alemania
Por
su parte, las clases trabajadoras de Alemania sufrieron los tormentos
necesarios del sistema de la
Unión Europea en su carne viva, al igual que las clases
griegas o españolas: sufrimientos que eran perfectamente coherentes con un
modelo (cosmopolitismo liberalista) cuya génesis misma se explicaba en el
sentido de una contrarrevolución de las clases dominantes de Europa contra las
clases trabajadoras de Europa en su conjunto.
El
estudio de Marcel Fratzscher "Die
Deutschland-Illusion" (2014) ofrece un testimonio realista de ello,
donde se documentan, entre otras cosas, los sufrimientos de la clase obrera
alemana. Esta última ha sido sometida a procesos de precariedad, pérdida de
salarios y superexplotación similares a los esperados por las otras clases
trabajadoras europeas en el orden del nuevo turbocapitalismo
líquido-financiero. La hegemonía teutónica dentro del espacio europeo, además,
fue el resultado inconfesable de una heterogénea e impredecible heterogénesis
de fines, en virtud de la cual la transferencia simultánea de soberanía
económica nacional había llevado, como consecuencia, a la hegemonía de una
Alemania infinitamente fortalecida por tal proceso.
El apremiante control del euro
Consecuente
con esta paradoja, existe otra: el apremio de la moneda única, resultante de
las transferencias de soberanía de los Estados nacionales europeos, ha
favorecido el florecimiento de conflictos y tensiones entre realidades
nacionales (mientras tanto (de)soberanizadas), cuya intensidad no se había
registrado desde la primera mitad del siglo XX. Y así como los pedagogos del
europeísmo y los cantantes ditirámbicos de la (de)soberanización repitieron sin
cesar la letanía –verdadero asilo de la ignorancia‒ según la cual "desde
el final de la guerra, la integración europea nos ha protegido del
conflicto", la culminación de esos procesos de integración, es decir, la Unión Europea ,
favoreció el renacimiento mismo de los conflictos entre los Estados miembros de
la zona euro (entre Grecia y Alemania, en primer lugar).
El
resultado fue un neonacionalismo puramente económico, a través del cual la
clase dominante en el área alemana aspiraba a imponer su dominio sobre toda
Europa, a través de la violencia económica y en ausencia del poder de un Estado
soberano capaz de proteger sus espacios expuestos al saqueo depredador de las
finanzas cosmopolitas.
En
esencia, la moneda única llamada euro, en lugar de unir a los pueblos e
integrarlos pacíficamente, los dividió como nunca antes de 1945, y transformó
toda Europa en un campo de batalla económica entre Estados acreedores y
deudores, con ultimátums financieros y golpes de estado ("gobiernos
técnicos", según la neolengua liberal).
En
esto radica la esencia de lo que Gallino [sociólogo italiano, 1927-2015, NdT] ha
definido, sin perífrasis edulcorantes, "el golpe de Estado de bancos y
gobiernos" y "el ataque a la democracia en Europa". La Unión Europea , que,
en opinión de sus anunciadores, debería protegerse de las guerras, favorece,
por el contrario, su renacimiento, aunque bajo la apariencia cambiada de un
conflicto principalmente económico-financiero. ■ Traducción: Carlos X. Blanco Martín. Fuente: Il Primato Nazionale