Tanto quiere el
Papa la paz que está dispuesto a aceptar todo lo que venga de los extremistas
islámicos. La declaración que firmó con el Gran Imam de Al-Azhar el 4 de
febrero de 2019 en Abu Dhabi lleva en ella el germen del islamismo.
“El infierno está lleno de buenas
intenciones”, decía San Bernardo de Clairvaux. El Papa Francisco haría bien en
meditar esta reflexión del guía espiritual de los Templarios, ya que ha abierto
la puerta a cosas terribles en la declaración que firmó el 4 de febrero con el
Gran Imam de Al-Azhar en el marco de la Conferencia Mundial de las Religiones
en Abu Dhabi.
Primero descubrí
con esperanza ese “documento sobre la fraternidad humana para la paz mundial y la coexistencia común”,
agradablemente sorprendido por varias afirmaciones audaces y bienvenidas. Pero
a medida que iba leyendo, un indefinible malestar se apoderaba de mí.
Por encima de las buenas palabras
¡Vamos a ver!
¿Puede ser que yo sea demasiado desconfiado? ¿Puedo estar demasiado anclado en
el contexto europeo, en detrimento de una visión más global? ¿Pudiera ser,
sencillamente, que ese texto mueva mis certitudes? He querido precisar mis
impresiones, gracias a los discursos de los firmantes durante dicha conferencia
de Abu Dhabi. Leyendo el del Gran Imam Ahmed Al-Tayeb, mi malestar se definió y
amplificó.
Las ambigüedades
y las extrañezas del documento firmado por los dos jefes religiosos se
explican. Bajo la cobertura del rechazo común de la violencia, el Papa
Francisco apoya de hecho varios puntos clave de la ideología islamista,
aprobando la condena sin paliativos del Siglo de las Luces y afirmando la
inferioridad espiritual de Occidente respecto al mundo musulmán.
Sin embargo, hay
algunas cuestiones a señalar en esta declaración. La invitación que se hace a
todos los creyentes para ver en el otro “un hermano a apoyar y a amar”. La
invocación de “la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos,
creándolos libres y distinguiéndolos a través de ella”. La llamada a que la
fraternidad entre creyentes se haga también “entre creyentes y no creyentes”. Y
esta bellísima fórmula: “Dios, el Todopoderoso, no tiene necesidad de ser
defendido por nadie y no quiere que su nombre sea utilizado para aterrorizar a
la gente”.
¿Qué más se puede
pedir? ¿No habría que alegrarse de los gestos de paz y de diálogo, sin mirar
demasiado los detalles? ¿Sobre todo en estos últimos tiempos en los que, a
pesar de la vergüenza, las heridas y las persecuciones que sufrimos, la Iglesia
invita a confiar en la felicidad de la Pascua? Pero algunos compromisos son
peligrosos, y Churchill nos recordaría que la paz no es siempre la mejor
elección. El buen pastor conoce la virtud de la esperanza y el abandono entre
las manos del Señor, pero no dimite de su deber de vigilancia mientras que los
lobos acechan alrededor del rebaño.
“Las religiones no empujan nunca a la
guerra”
¿Cómo no sentirse
molesto leyendo que “el diálogo entre los creyentes (…) consiste también en
evitar las discusiones inútiles? ¡Huyamos de los temas difíciles!
¿Qué pensar de un
texto que no deja de hablar “de las religiones” pero no define nunca el
término? En su sentido extenso, “religiones” engloba la no violencia hinduista
y los sacrificios humanos de los aztecas. En su sentido más concreto, hay que
precisar. Si no, ¿cómo entender la idea de que “el terrorismo detestable (…) no
se debe a la religión (…) sino a la acumulación de interpretaciones erróneas de
los textos religiosos, las políticas de hambre, de pobreza, injusticia,
opresión, arrogancia”. “Las religiones no empujan nunca a la guerra (…). ¿Esos
infortunios son el fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas? ¿Será
la sura 9 una desviación del islam? Perspectiva estimulante, pero yo dudo que
Al-Azhar la asuma hasta el final.
Queda la
desagradable impresión de que se trata una vez más de exonerar “las religiones”
de su parte de responsabilidad en el terrorismo que se justifica en ellas, de
rechazar la culpa sobre todo y cualquier cosa para redimir las doctrinas
originales. Esperábamos una llamada a la responsabilidad, pero no encontramos
más que la cobarde negación habitual, que confunde las religiones tal y como son
con lo mejor de lo que podrían ser, para esquivar mejor los cuestionamientos
necesarios e intentar escapar al trabajo titánico de la (re)construcción que
necesitan. ¡Cuánto más lúcidos y valientes son los análisis de esos musulmanes
que se atreven a ver lo que ven! Abdennour Bidar, por ejemplo, que escribía en
2017: “En lugar de repetir de forma estéril que el “verdadero islam”
respeta los derechos humanos y del ser vivo, nosotros (…) nos movilizamos para
construir una nueva cultura islámica que sea la verdadera expresión de ese
respeto”. ¡Hacia esos hombres se debería dirigir el soberano pontífice para un
diálogo islámico-cristiano que tenga por fin un sentido! Mejor que nadie, él sabe o debería saber que
la contrición debe preceder al perdón; si no es así, los crímenes vuelven a
repetirse. Los islamistas no respetan más que a aquellos que se hacen respetar.
No interpretan las manos tendidas como gestos de paz y de donación, sino como
muestras de debilidad que les empujan a reivindicar siempre más, a imponerse
siempre más.
No nos dejes entrar en “discusiones
inútiles”
La indispensable
reforma del islam sólo puede venir de los mismos musulmanes, pero sus
interlocutores tienen el deber de hacerles sentir la urgencia y la necesidad,
de rechazar la comodidad de las excusas fáciles, de darles el espejo implacable
de la lucidez. Todo lo que dé argumentos al islam para “continuar como siempre”
es una traición hacia los musulmanes humanistas y reformadores, y un crimen
abyecto. Ya que son las víctimas de los atentados cometidos en nombre del
islam, son todos aquellos y aquellas que en cualquier lugar del mundo se ven
privados de sus derechos fundamentales en nombre del islam, que pagan el precio
de la falta de firmeza que alienta el Papa Francisco.
El elogio de la
“libertad de creencia, de pensamiento, de expresión y de acción” es fuerte. ¿Y
la apostasía? Afirmar que “el pluralismo y las diversidades de religión, de
color, sexo, raza y lengua son una sabia voluntad divina” es una extraordinaria
llamada a la tolerancia, pero poner en el mismo plano religión y color de piel…
¿no sugiere que la religión sería heredada en lugar de escogida? ¿Por qué no
hablar explícitamente del derecho a cambiar de religión, casi siempre negado en
los países musulmanes? Eso habría eliminado cualquier imprecisión, dando su
plena medida a lo que podría ser un gran avance. Entonces, ¿por qué no decirlo
claramente si no es para esquivar el tema, fundamental para la libertad humana
pero tan difícil para el islam? ¿”Discusión inútil”?
“El extremismo ateo y agnóstico”
¿Qué significa
“el extremismo ateo y agnóstico”? ¿No habría que condenar primero las presiones
brutales y las persecuciones sangrientas que sufren ateos y librepensadores en
el mundo musulmán, antes de presentar el ateísmo y el materialismo como los
grandes responsables de los problemas de hoy? Plutarco, hace mucho tiempo,
reflexionaba en otro sentido. Si desaprobaba el ateísmo, el sacerdote de Apolo
había entendido que las religiones por sí mismas son la causa principal de
ello, desde el momento que no están a la altura de las exigencias del
pensamiento racional y de la ética, empujando a decir “más vale ningún dios que
ese dios”.
“Liberar a la
mujer de las presiones históricas y sociales contrarias a los principios de su
fe y su dignidad”… ¿quiere decir empujar a las musulmanas a emanciparse en
nombre de su dignidad, o de rechazar la incitación a hacerlo, vista como una
presión contraria a los principios de su fe?
La ausencia de
toda mención explícita a las religiones politeístas es problemática, si
pensamos en la situación de los yazidíes, a las tensiones entre musulmanes e
hinduistas, budistas y animistas. Sin olvidar a los cristianos trinitarios a
los que los islamistas ven como unos politeístas, justificando su asesinato
puesto que el Corán exige que se mate a los “asociadores”.
Objetivo: Dios
Afirmar que “el
primer y más importante objetivo de las religiones es el de creer en Dios, de
honrarlo y de llamar a todos los seres humanos a creer que ese universo depende
de un Dios que lo gobierna” es antropológicamente contestable y teológicamente
dudoso. En todo caso, aquel que dijo “lo que hacéis al más pequeño de entre los
míos, es a mí a quien lo hacéis” parece conceder más importancia a la caridad
hacia los más frágiles que a la creencia en su divinidad…
En cuanto al
hambre que sufren millones de niños, es hipócrita indignarse sin hacer
referencia a la explosión demográfica que afecta a los países en cuestión, se
expande por el resto del mundo, y es una de las grandes catástrofes humanas,
ecológicas y de civilización de nuestro tiempo. ¿Me parece que la Iglesia sigue
condenando la anticoncepción?
Los “remedios” de Oriente y las
“enfermedades” de Occidente
Vayamos ahora a
uno de los puntos más problemáticos del texto, que se parece terriblemente a
una dimisión del Papa ante el islamismo. Si la declaración se queda vaga sobre
lo que Oriente podría encontrar de benéfico en la cultura occidental, afirma
por otro lado que “Occidente podría encontrar en la civilización de Oriente los
remedios para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas causadas
por la dominación del materialismo”.
Pasemos
rápidamente sobre la mención de las “diferencias religiosas, culturales e
históricas que son un componente esencial en la formación de la personalidad,
la cultura y la civilización orientales”, que parece servir sobre todo a
rechazar cualquier alcance universal de las libertades ganadas, a veces con
sangre, por los pueblos occidentales. En este mismo año, el Sultanato de Brunei
ha restablecido la lapidación de los adúlteros y los homosexuales, conforme a
la sharia y en su nombre. Condenado
por Europa, el sultán reclama “respeto, tolerancia y comprensión” en nombre de
“sus valores tradicionales”. Tolerar el horror bajo el pretexto de que sea
tradicional no es tolerancia, sino cobardía o indiferencia.
Por otra parte,
los firmantes olvidan que “Oriente” es inmenso y variado, y que hablar de la
“civilización de Oriente” es un sinsentido. Aunque admitamos que “Oriente”
quiere decir aquí “mundo musulmán”, ¿de qué civilización estamos hablando? ¿De
la Turquía de Erdogan? ¿De la Arabia Saudí wahabita? ¿Del Irán de los mollahs? ¿De Brunei y sus famosos
valores?
La gran pobreza espiritual del islam
moderno
Hay que ver
también la trágica pobreza espiritual del islam moderno, al menos el islam
institucional, oficial. Obsesionado por el control de las costumbres, clavado
por su literalismo coránico, ¡se preocupa más por el velo islámico que por la
trascendencia! Estamos lejos del fulgor luminoso de Sohrawardi, de la lucidez
de Ibn Khaldoun y de la profundidad de Mulla Sadrâ. Hay en el islam
contemporáneo algunos pensadores magníficos y de fe sincera. Abdennour Bidar,
al que me refería antes, es un ejemplo francófono, pero, por desgracia, tiene
mucha menos audiencia que el imam de cualquier ciudad francesa cuando dice que
escuchar música le convierte a uno en mono o en cerdo.
No hay más que
recorrer los foros de discusión en internet, mirar Al-Jazeera o leer un
conjunto de fatwas sobre los pepinos para constatar algunas extrañas ideas
fijas, por otra parte compartidas por numerosos “sabios” de Al-Azhar: horarios
de oración, largura de faldas y de pantalones, depilación hallal y haram, si un
musulmán tiene derecho a dar la mano a un infiel, qué día hay que ayunar para
tener más puntos en el momento del Juicio Final, las enfermedades vistas como
castigo de los pecados, la brujería y, evidentemente, la condena sin defensa de
un adolescente por una broma en internet. Y es ahí donde el Papa quisiera que Occidente encuentre “¿los remedios para algunas
de sus enfermedades espirituales?”. Seamos serios.
Los musulmanes, ¿víctimas del 11-S?
Para entender
mejor este apartado, hay que leer el discurso de Ahmed Al-Tayeb, que se
presenta a sí mismo como un comentario del “Documento de fraternidad humana”.
A propósito del
11-S 2001, el Gran Imam habla de un “atentado a causa del cual el islam y los
musulmanes han pagado un precio muy elevado: más de mil millones de musulmanes
fueron retenidos como rehenes por algunos individuos cuyo número no supera los
dedos de las dos manos”. ¡Me alegra saber que los miembros de Al-Qaida, el
Estado Islámico, Boko Haram y hermanos, sin olvidar a los radicales europeos,
son tan poco numerosos! Solo en el 11-S había diecinueve terroristas en los
aviones… y miles de víctimas que pagaron realmente un precio muy elevado. La
licencia poética es una cosa, pero la ceguera voluntaria es otra diferente.
“La revolución contra Dios” y “la miseria
del hombre moderno”
“El tema más
importante, en el que todos estamos de acuerdo, es el de que las religiones
divinas son completamente inocentes de los movimientos y grupos armados,
llamados recientemente terrorismo, cualesquiera que sean sus religiones,
doctrinas o ideas”, asegura el documento. “Hemos convenido también que las
religiones son unánimes para prohibir el derramamiento de sangre”. Una vez más
la negación y el rechazo irresponsable a la autocrítica. Cuando el profeta del
islam llamaba a Khalid ibn al-Walid “espada desenvainada de Dios” y le enviaba
a combatir, ¿era contrario a su religión? Siguen luego las referencias a
Moisés, Issa (Jesús) y Mahoma concluyendo con “se darán cuenta de la unidad del
discurso divino y de su sentido, la unidad de las tribunas a partir de las que
esos tres venerados profetas se dirigieron al pueblo” y continúa “de ahí, es
totalmente falso decir que las religiones son la cuna de las guerras”. Está
claro, la expresión “las religiones” designa pues únicamente al judaísmo, el
cristianismo y el islam. Las otras confesiones verán, a la vez que apreciamos
la confusión que hace del islam una continuidad del judaísmo y del
cristianismo, mientras que no reconoce de ellas más que versiones reinventadas
según sus dogmas, radicalmente diferentes de lo que son, en verdad, esas
religiones.
Ahmed Al-Tayeb
condena el materialismo y las reivindicaciones “de una libertad sin límites”,
lo que es bastante natural y no exento de sentido en sí mismo. Pero rechaza
sobre todo el hecho de “tomar la historia como testigo”, “el alejamiento de la
religión de cualquier injerencia en las cuestiones de sociedad” y “la
sustitución de la religión por las ciencias experimentales”. Prosigue: “Tres
siglos después de la revolución contra Dios y contra las religiones divinas, el
resultado es catastrófico a todos los niveles y se encarna en la miseria del
ser humano moderno, que nadie puede negar”.
Las guerras de religión no tienen nada
que ver con las religiones
Se trata nada más
y nada menos que de un rechazo al análisis histórico-crítico, la racionalidad,
la laicidad y las Luces, convertidos en responsables de todos los infortunios
del mundo. La masacre de San Bartolomé o la matanza de los muztazilitas por los hanbalitas
fueron buenos tiempos… En cuanto al rechazo de las ciencias experimentales en
beneficio de la revelación religiosa, debido a esta lógica es por la que los
cristianos fanáticos arrasaron la gran biblioteca de la Universidad de
Alejandría, donde Eratóstenes calculaba hace dos milenios la circunferencia de
la Tierra y donde Herón construía autómatas de vapor dieciséis siglos antes de
la Revolución Industrial. Lo que contradice al Libro santo es falso, lo que lo
repite es inútil. Así fue destruido un auténtico milagro intelectual, encuentro
fecundo entre Oriente y Occidente.
Y el Gran Imam
sigue diciendo: “En cuanto a las guerras provocadas en nombre de las
religiones, que han masacrado seres humanos bajo sus estandartes, las
religiones no son responsables y no pueden dar cuentas de ello”. Decir que las
religiones no pueden dar cuentas de lo que se hace en su nombre, y a veces en
perfecta conformidad con las doctrinas claramente expuestas en sus libros
santos, es decir que nadie puede pedirles cuentas. Se trata de ponerlas por
encima de cualquier exigencia y cualquier crítica sin que nunca asuman sus
responsabilidades. ¡Es autorizarlas a que las teologías del mundo hagan lo que
los dioses no se permiten a sí mismos! Terrible ejemplo el de una religión que
llega a idolatrarse a sí misma…
“Si hubiera leyes que os empujen a
contradecir vuestra sharia…”
“Me dirijo
igualmente a los musulmanes de Occidente”, continúa Ahmed Al-Tayeb. “Si hubiera
leyes en algún sentido que os empujan a contradecir vuestra sharia, recurrid a las vías judiciales.
Ellas garantizan el restablecimiento de vuestros derechos y la protección de
vuestra libertad”. Parece que estamos ante los Hermanos Musulmanes: nada de
violencia al principio, sino ir ganando influencia. Utilizar las libertades
garantizadas por Occidente para imponer progresivamente la sharia, presentada como un derecho que debería ser restituido, lo
que significa implícitamente que los musulmanes de Occidente habrían sido
injustamente desposeídos de ella. Observemos la asimetría: mientras que la
declaración insiste en la necesidad de respetar los particularismos de Oriente
frente al universalismo occidental, se invita a los musulmanes de Occidente a
introducir la sharia en la
legislación de los países donde viven…
Todo esto termina
por desvelarse en una última referencia: “Enseñad a vuestros hijos el contenido
de este documento ya que es una prolongación del pacto de Medina y del sermón
de la montaña”. En la gesta tradicional del profeta, el “pacto de Medina”
consistió en poner por escrito las reglas de la alianza de tribus alrededor de
Mahoma en Medina, entonces llamada Yathrib. Este pacto dio ciertamente la
posibilidad a los judíos de continuar la práctica de su culto, pero les impuso
una inferioridad que se convirtió más tarde en el estatus de dhimmi, y sabemos que la coexistencia en
Medina no fue más que temporal y se terminó en un baño de sangre. Sobre todo,
este pacto impuso el reconocimiento de Mahoma como un profeta o, más bien, El
Profeta, instituido como árbitro supremo de los desacuerdos entre los
firmantes, y que constituyó una alianza militar contra los que rechazaran su
estatus de mensajero de Alá. A partir del pacto de Medina, los versos del Corán
fueron cada vez menos espirituales y más opresores, intolerantes y
conquistadores. El pacto de Yathrib, del que el documento firmado por el Papa y
Ahmed Al-Tayeb sería entonces una “prolongación”, marca de hecho el giro
teocrático del islam, consagrando la subordinación de la autoridad política a
la autoridad religiosa.
Hay amores que matan…
Bajo apariencia
de una llamada a la paz, el Papa consideró una buena idea validar varios
fundamentos de la propaganda del islam literalista teocrático, o islam
político, o islamismo. ¿Adhesión, ceguera, estrategia? En cualquier caso,
Europa queda sacrificada a las ambiciones hegemónicas de los islamistas.
Sí, Occidente
tiene necesidad de volver a conectar con el sentido de lo sagrado para escapar
al dominio del mercantilismo nihilista y la cosificación de los seres. Pero lo
sagrado no es solamente religioso, no hay que confundirlo con las nuevas vacas
sagradas de lo políticamente correcto, además de que hay otras amenazas:
islamismo, ruptura comunitarista, racialismo, oscurantismo.
Sí, hay en el
islam interlocutores con los cuales se puede construir la fraternidad y la paz,
pero dentro de la responsabilidad y la verdad. Sí, hay en el vasto Oriente,
incluido el mundo musulmán, personas y convicciones de las que Occidente haría
bien en inspirarse como complemento a sus propias tradiciones. ¡Pero, manifiestamente,
el Gran Imam de Al-Azhar y su ideología no forman parte de ellas! ■ Traducción: Esther Herrera Alzu. Fuente: Causeur