Karl Marx profetizó
el fin de la historia y el surgimiento de una sociedad comunista, y tan sólo
tuvimos la caída de la Unión Soviética y el advenimiento de un capitalismo
mundial hegemónico, bajo amplia dominación americana. China, que es
oficialmente el último gran régimen "comunista" del mundo, se está
transformando en un modelo de libertad de mercado. ¿Cometió el marxismo un
error a lo largo de toda la línea? ¿De qué manera el análisis marxista,
iniciado hace casi doscientos años, nos permite todavía pensar en el siglo XXI?
No
estoy seguro de que el término profecía sea apropiado. Marx no prevé la llegada
del comunismo cuando los profetas anunciaron la venida del Mesías. Afirma que
describe el movimiento real que se está produciendo ante nuestros ojos, el
movimiento por el que se lleva a cabo la expropiación de capitales, a través de
fusiones, quiebras y el establecimiento de oligopolios, la incorporación de
sociedades anónimas, el creciente papel de las instituciones financieras y de
crédito, etc. Todos estos son medios por los que el capital tiende a cruzar los
estrechos límites establecidos por la propiedad capitalista de los medios de
producción. Al mismo tiempo, la creciente socialización de la producción es un
hecho evidente del que la "globalización" es sólo una manifestación.
La posibilidad de dar "a todos según sus necesidades" ha demostrado
su realidad a gran escala a través de los sistemas de protección social; el
acceso libre o casi libre a toda una gama de bienes y servicios está al alcance
de muchos sectores. Pero en realidad todas estas tendencias siguen siendo eso,
tendencias, y ninguna ha llevado a la inversión de las relaciones sociales de
producción capitalistas. Sin embargo, siguen siendo la base de todos los
desarrollos sociales contemporáneos. La aparente resistencia del modo de
producción capitalista no debería impresionarnos demasiado. Según los análisis
de Marx, la prosperidad se basa en una montaña de capital ficticio. La clase
capitalista misma ‒y no los "funcionarios" del capital, muy bien
pagados‒ se ha reducido drásticamente y sólo tiene un papel puramente
parasitario. La dinámica de la acumulación de capital ("valorización")
no puede continuar para siempre. Tampoco será posible aprovechar eternamente
los recursos naturales destruidos por un modo de producción que implica el
aumento de los residuos. Los historiadores, sociólogos, economistas, filósofos,
que no creen que el capitalismo limite nuestro horizonte histórico, están cada
vez menos aislados. Unas pocas décadas, a lo sumo, es el futuro del capitalismo
en sus formas actuales. Entonces, lo que venga tal vez será mejor y tal vez
peor.
El compromiso
fordista y luego la política redistributiva de los gloriosos treinta años
compraron de alguna manera la paz social, favoreciendo la reorientación
reformista de los sindicatos y contribuyendo, aunque sea escasamente, a una
"gentrificación" del proletariado tradicional. ¿Había anticipado Marx
esta adaptación del capitalismo, que permitió que el sistema sofocara las
ambiciones revolucionarias del proletariado occidental? ¿Al final la
socialdemocracia ha ablandado el capitalismo ‒en cuyo caso un marxista podría
lamentar su desaparición‒ o fue simplemente una trampa diseñada para fortalecer
la economía liberal?
Las
políticas "redistributivas" del Estado no son el resultado de
cálculos académicos realizados por los capitalistas. Son el producto de la
conjunción de dos movimientos: por un lado, las luchas de los trabajadores para
imponer limitaciones legales a la explotación capitalista (Marx expone todo
esto con gran claridad en el Libro I de El
Capital); por otro lado, la percepción por parte de algunas de las clases
dominantes de que la intervención del Estado y la implementación de un cierto
número de regulaciones eran necesarias para salvar el modo de producción
capitalista de los ilimitados apetitos de los propios capitalistas individuales.
La
socialdemocracia era una organización que defendía los intereses de los
trabajadores en el marco mismo del modo de producción capitalista. Durante
mucho tiempo, lo vistió con una ideología a menudo casi religiosa, el marxismo
(ver mi libro Le cauchemar de Marx,
La pesadilla de Marx). Pero esta socialdemocracia ya no existe, está en todas
partes en agonía, no porque haya "traicionado" una esperanza
revolucionaria en la que ya no creyó durante mucho tiempo, sino porque incluso
ha renunciado a defender su propia base social en favor de las clases medias
altas. Pero esta idea de reformar el capitalismo, de recuperar los derechos
sociales, de regular un capitalismo que fuera menos inhumano no ha
desaparecido. Podemos en España, La France insoumise, el movimiento Cinque Stelle en Italia o los grandes
mítines de Bernie Sanders en Estados Unidos encarnan perfectamente este intento
de revivir algo que sustituiría a la "vieja izquierda" y a la
socialdemocracia tardía (o casi).
Aunque estemos lejos
de la época de las minas, los altos hornos y las líneas de montaje, en las
últimas décadas se ha producido un aumento endémico de las tasas de estrés y
depresión en las empresas, o incluso de agotamiento profesional. Marx denunció
en su tiempo la alienación a través del trabajo. ¿Nos ayuda su pensamiento a
entender la crisis actual del mundo obrero, e incluso la deshumanización
resultante? ¿Y la ubicuidad actual agravará el fenómeno de la alienación o, por
el contrario, aportará una cierta autonomía a los nuevos autoempresarios?
En
primer lugar, todavía hay muchas minas, altos hornos y líneas de montaje. Foxconn, el principal productor de
teléfonos móviles, utiliza mano de obra a gran escala y emplea a cerca de 1,2
millones de trabajadores.... Las tierras raras de nuestras pantallas táctiles
también deben ser extraídas del suelo. Debemos considerar el modo de producción
capitalista globalmente. En segundo lugar, la organización científica del
trabajo ha hecho un considerable "progreso". El "toyotismo"
lleva al límite todas las características del fordismo; se trata de no dejar un
instante sin usar directamente. De ahí las nuevas enfermedades profesionales.
La informatización ha permitido desarrollar la vigilancia y la "gestión
por el terror" se ha extendido ampliamente. Las ocupaciones de
"cuello blanco" son ahora tratadas como de "cuello azul" y
a menudo peor. Por último, la uberización
[plataformas de economía colaborativa en las que se prescinde de mediadores,
NdT] y el desarrollo de los autoempresarios son un progreso sólo para aquellos
que no saben nada de historia. Se trata de formas de trabajo por encargo, un
sistema salarial disfrazado, que tiene todos los inconvenientes del trabajo
asalariado sin tener las ventajas. Un conductor "Uber" o un autoempresario es el equivalente exacto de lo que
eran los Canuts de Lyon en 1830
[famosas revueltas de los trabajadores de la seda en dicha ciudad francesa,
NdT]. Es interesante notar que los movimientos sociales entre los conductores
de Uber a menudo se refieren a la reclasificación
de su contrato como un contrato salarial y varios tribunales estadounidenses
les han dado satisfacción sobre este punto.
Marx dijo que los
primeros grandes capitalistas, a principios de la era moderna, se habían
beneficiado de un proceso de "acumulación primitiva": en otras
palabras, se habían apoderado masivamente de los bienes anteriormente comunales
-en particular, de las tierras agrícolas- que, por lo tanto, habían privatizado
con el fin de hacer de estos los que servirían como base de su enriquecimiento
en el futuro. Sin embargo, en los últimos tiempos, en un período de tiempo
extremadamente corto, hemos visto el surgimiento de multimillonarios
extremadamente ricos que han partido de casi nada, particularmente en el campo
de la economía digital. ¿Han sido posibles estos rápidos enriquecimientos
gracias a una nueva forma de acumulación primitiva, es decir, la privatización
de la propiedad comunal? ¿En qué sectores de la economía contemporánea puede
observarse más ampliamente el fenómeno de la acumulación primitiva?
En
términos de acumulación primitiva, los llamados regímenes
"comunistas" han sido particularmente exitosos. Los oligarcas rusos y
los multimillonarios chinos se han apoderado de la propiedad estatal y ésta es
una de las dimensiones importantes de las transformaciones de estos regímenes
burocráticos. En cuanto a las grandes empresas digitales, simbolizadas por los
GAFA [el imperio formado por Google, Amazon, Facebook y Apple, NdT], su
fabulosa capitalización es la de una economía de renta. Extorsionan regalías en
situaciones de monopolio o cuasi-monopolio. Pero en realidad no crearon nada
por su cuenta, contrariamente a las leyendas que se cuentan sobre este tema. Apple hizo su fortuna con la interfaz Mac.... inventada por la Universidad de
Palo Alto y "privatizada" por Steve Jobs, que sobre todo era un genio
de los negocios. Los lenguajes de programación son software libre, toda
Internet es el resultado de un trabajo realizado por organismos públicos
(universidades americanas estimuladas por el programa ARPANET del Pentágono);
la interfaz de Internet, HTM, fue creada por investigadores del CERN. Luego,
estas grandes empresas celebran contratos de exclusividad con los Estados. Así
pues, el contrato que vincula a Microsoft con el Ministerio de Educación
Nacional de Francia, que ahoga toda la competencia y, en particular, las
empresas francesas independientes que se habían lanzado sobre el software libre
para la escuela... En resumen, una vez más, como diría el Eclesiastés, nada
nuevo bajo el sol. El capitalismo moderno se parece como dos gotas de agua al
capitalismo de hace dos o tres siglos.
Desde los años 80,
con las reformas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, hemos sido testigos de
una desregulación excesiva del sistema económico mundial. El número de
multimillonarios en el mundo se ha disparado, mientras que, al mismo tiempo, la
tasa de crecimiento de los principales países industrializados ha caído
drásticamente, el desempleo se ha vuelto estructural, la proporción de trabajadores
pobres ha aumentado drásticamente, las brechas de riqueza se han disparado y
las crisis financieras se han sucedido a un ritmo repetido, la más violenta,
por supuesto, como resultado de las subprimes.
A pesar de ello, las elecciones en muchas partes de Occidente han fortalecido a
los partidos liberales, y la izquierda a menudo termina en pedazos. ¿Por qué no
se rebelan los pobres?
No
hay ninguna razón "objetiva" para esta dominación de los partidos que
erróneamente se llaman liberales (porque desoyen todos los ideales del
liberalismo político). Pero debemos entender que las relaciones sociales
incluyen representaciones del mundo, así como estas mismas relaciones sociales.
Marx muestra todo esto brillantemente en la primera sección de El Capital, especialmente en el pasaje
dedicado al fetichismo de la mercancía. Los mecanismos de sumisión al orden
existente han sido objeto de análisis por parte de importantes autores,
incomprendidos en su tiempo y desconocidos hoy en día, como Herbert Marcuse,
cuyo Hombre Unidimensional sigue
siendo una obra muy esclarecedora hoy. "Los hombres luchan por su servidumbre, como si fuera su salvación",
dijo Spinoza. Nada es más desesperante que cuando vemos a cientos de millones
de personas pobres proclamando su sumisión (el islam) a tiranías religiosas
basadas en fortunas colosales.
En
realidad, no existe una "dinámica objetiva" del capitalismo que
produzca revueltas que se conviertan en revolución. Para derrocar al
capitalismo también se requiere una transformación moral e intelectual de toda
la nación, como dijo Gramsci.
La desertización
industrial de nuestras regiones ha puesto fin a la tradicional clase obrera,
relegada ahora a la Francia periférica de los desempleados y de los
trabajadores temporales, ganada principalmente para el Frente Nacional o por la abstención. La cultura proletaria como tal
ha dejado de existir. Los "barrios obreros" ya no se refieren a los
barrios obreros, más o menos desaparecidos, sino a las zonas suburbanas donde
se concentra un gran número de inmigrantes y ciudadanos poco integrados, con
muy poca politización. ¿Todavía tiene sentido la lucha de clases? ¿Qué
categoría de la población puede oponerse a los "empleadores",
reencarnados en los rasgos nebulosos del accionista anónimo?
La
"lucha de clases" no es un fenómeno sociológico ni puramente
político. La identificación de la izquierda con la clase obrera y otras clases
salariales lo ha oscurecido todo. La "lucha de clases" es lo que se
organiza en torno a la relación capitalista, la transformación de la fuerza de
trabajo en mercancías cuyo consumo no sólo renueva el valor de esta mercancía
tan particular, sino que también produce un valor adicional. Las formas que
expresan la conciencia de esta relación pueden ser muy variadas, pero hemos perdido
el hábito de reconocerlas. Por ejemplo, cuando se desarrolla la hostilidad
hacia los inmigrantes, particularmente entre los trabajadores (lo vimos en
Italia en las últimas elecciones), es en primer lugar porque el inmigrante es
percibido como el que viene a competir injustamente con el trabajador
"nacional" y por lo tanto debilitará su posición hacia el
capitalista. Las "almas hermosas" que nunca se enfrentan a esta
situación, sermonean a estos "pobres bastardos" y denuncian a los
"populistas". ¡Pero todavía es la lucha de clases la que se está
expresando! Como sigue siendo la lucha de clases que se expresa en la ira de
los franceses en los suburbios estudiados por Christophe Guilly.
El
problema es transformar lo que es sólo reactivo en un movimiento activo que no
se enfrente a unos pocos chivos expiatorios (las "doscientas
familias") sino que pueda transformar la situación real haciendo
prevalecer los intereses del "pueblo" (los de abajo) sobre los
"grandes" (los que quieren gobernar) para asumir el problema
maquiavélico. Y eso puede tomar muchas formas diferentes: una ciudad que apoya
a los huelguistas de una fábrica amenazada, la lucha contra el cierre de una
estación, la organización de cooperativas de productores, la organización de
guarderías colectivas mutualistas, etc. No prestamos suficiente atención a
todos estos pequeños arroyos que bien podrían formar un río grande.
Si la revuelta contra
el capitalismo aún tiene la más mínima posibilidad de estallar, ¿vendrá de
Occidente o de otras partes del mundo? Después de haber sido el motor de la
historia durante muchos siglos, para bien o para mal, ¿no nos hemos convertido
en las naciones del mundo de ayer?
El
capital da la vuelta al mundo. En Asia y especialmente en China, hay intensas
luchas de clases que conducen a salarios más altos y el siguiente continente es
África. ¡Pero entonces no queda nada! La Antártida probablemente tiene recursos
para explotar, pero no tiene mano de obra humana. Unas cuantas décadas; pero algún
día habrá que resolverlo.
Los críticos de Marx le
reprochan a menudo por haber dado una visión demasiado optimista de la
industria y del progreso tecnológico. ¡Ciertamente no podemos considerarlo como
un precursor de la ecología! Pero, ¿hay algo en Marx que permita analizar la
crisis ecológica de nuestro tiempo?
Por
supuesto, Marx no es un "ecologista". Engels prestará mucha atención
al trabajo del padre de la ecología, Ernst Haeckel. Pero Marx presta mucha
atención a la terrible destrucción del medio ambiente natural producida por el
desarrollo del modo de producción capitalista. El capital destruye las dos
fuentes de riqueza que son la tierra y el trabajo, según dijo. Y en su mente,
el comunismo es también una forma económica ‒es decir, minimizando el gasto de
energía‒ de regular la
relación entre el hombre y la naturaleza. Aunque Marx tiene un interés e
incluso una verdadera fascinación por la mecánica, de la que es el primer gran
analista, las amenazas a nuestro ecumenismo pueden ser claramente entendidas a
partir de los análisis de Marx.
La robotización puede
causar la degradación de muchos trabajadores en todo el mundo e incluso amenaza
la mano de obra barata en los países emergentes: esto es lo que Marx llamó la
dominación del "trabajo muerto" sobre el "trabajo vivo".
Sin embargo, si el trabajo es cada vez más escaso, si los pobres son cada vez
más numerosos y se empobrecen, ¿quién seguirá comprando los productos
fabricados por las máquinas, y cómo lo harán los ricos para seguir siendo
ricos?
¡Una
contradicción mortal del modo de producción capitalista! En una época en la que
el trabajo puede llegar a ser "más raro", el capital está más ansioso
que nunca por vivir una vida laboral: semanas de trabajo más largas, la semana
laboral de 35 horas, un aumento de la edad de jubilación, etc. Lo que interesa
al capital es el trabajo libre y sólo la fuerza de trabajo humana puede
producir trabajo libre. Las máquinas por sí solas nunca producen más valor del
que han costado. ¡Un modo de producción totalmente automatizado no produciría
ningún valor añadido!
¿El comunismo sigue
siendo una opción válida? De lo contrario, ¿qué alternativa se debería proponer
contra el capitalismo, si es que en absoluto otro régimen es sólo posible o
deseable? (Pregunta obligatoria)
En
mi Introducción al pensamiento de Marx
(Le Seouil, 2018), subrayo en el capítulo final: "tenemos no menos sino más razones que Marx para pensar que el modo de
producción capitalista está históricamente condenado. ¿A qué dará paso? Lo peor
todavía es posible. Pero precisamente, con Marx, debemos recordar que los
hombres hacen su propia historia". Por eso no hay tarea más urgente
que repensar un "comunismo" que no tendrá nada que ver ni directa ni
indirectamente con los sistemas burocráticos colectivistas. Un comunismo que no
hará borrón y cuenta nueva del pasado, sino que se basará en todo lo que
nuestra historia nos ha dejado. El comunismo consiste, ante todo, en promover
el bien común. Este bien común es, ante todo, aquello lo que la vida
comunitaria nos proporciona, la vida en una ciudad, como decía Aristóteles.
Significa compartir el uso de bienes que no se pueden apropiar en privado: la
salud, la educación, el disfrute de la cultura, las posibilidades que se
ofrecen para lograr lo que creemos que es una buena vida. También significa
protegernos de males públicos como la contaminación, la degradación del medio
ambiente y las condiciones mismas de la vida humana en nuestro limitado
planeta. El bien común sólo puede ser garantizado por la acción política, de
abajo hacia arriba (¡en el fondo está la comuna!). El comunismo, por lo tanto,
sin deterioro del estado (esa es la gran diferencia con Marx), pero con un
estado que protege a los individuos de la dominación ‒que es la definición
misma del republicanismo. Un comunismo que no renuncie a las utopías, sino a la
"decencia común" de la que hablaba Orwell.
Nota para los
cazadores de brujas:
los profesionales "antifascistas" no dejan de denunciar esta
entrevista concedida, según ellos, a una "revista de extrema derecha"
como Éléments. Si Éléments pretende ser una revisión de
ideas "para la civilización europea", es también una revisión abierta
al diálogo de ideas, lejos del sectarismo más virulento "a la
izquierda", sectarismo que ha tirado por la borda todos los ideales de la
izquierda. Mi entrevistador, Thibault Isabel, afirma ser de seguidor Proudhon,
defiende el principio de tolerancia y un cierto multiculturalismo, lo cual
estoy lejos de compartir, pero es alguien que no puede ser descrito como
poseedor de una ideología de extrema derecha (ver sus diferentes libros). Es
también en Éléments y en Krisis donde encontraremos buenas bases
para la defensa de la obra del difunto Costanzo Preve. ■ Traducción: Carlos
X. Blanco Martín. Fuente: denis-collin.viabloga.com