Las redes
sociales como Facebook, Twitter o Instagram tienen gran importancia hoy en día
en la formación de nuestras opiniones políticas. En el mismo momento en que el
mundo parece ser cada día más complejo, Facebook propone una visión
simplificadora, una visión sin matices ni contradicciones.
Imaginen un quiosco
de prensa nuevo y diferente. Un quiosco donde solo encontrarían un periódico,
aquel que correspondiera con sus opiniones, y nada más. Ninguna confrontación, ni
siquiera de pocos segundos, con una publicación que pudiera contradecir sus
convicciones. Un quiosco donde se podría ir con total tranquilidad, con la
seguridad de no exponerse a ninguna influencia susceptible de herir su manera
de ver la vida, la época, la sociedad, el mundo que le rodea. Este confort
absoluto, o esta avería organizada del pensamiento, es lo que nos depara el
universo de Facebook.
Un arresto
domiciliario intelectual y cognitivo, un estrechamiento de lo real remoldeado
por los algoritmos encargados de mantenerle encerrado en un grupo de amigos que
piensan igual, reaccionando a las mismas noticias, movilizándose por las mismas
causas y, sobre todo, contra ellas. Alimentados por contenidos voluntariamente
divisores y destinados a producir reacciones borreguiles en sentido único. Unas manadas digitales, en suma.
Esta
descripción de tintes orwelianos no es ninguna distopía. Es nuestro día a día,
y amenaza ser también nuestro mañana, si no tenemos cuidado con este encierro
social y editorial en el que nos encierran las redes sociales, empezando por
Facebook. El espejo sujetado por esas tecnologías sofisticadas nos devuelve una
sombra digital que se limita a nuestro reflejo fiel e inquietante, al abrigo de
la alteridad, del diferente, del cuestionamiento.
El documental
creado por Thomas Huchon para el medio audiovisual Spicee, explica de manera concreta y heladora este determinismo (La
nueva fábrica de opinión). Periodista especializado en el estudio de los
artificios digitales ligados a la información, el realizador ha querido mostrar
una experiencia simple en su enunciado, pero edificante en sus conclusiones.
Con sus estudiantes de la escuela de periodismo donde enseña, muestra las
etapas progresivas del encierro de un individuo en la radicalización de la
información. Creando en Facebook unos perfiles marcados políticamente, de
varios partidos, se ha dedicado a observar cómo una información es presentada
desde diversos ángulos, con un sesgo ideológico y emocional que varía según la sensibilidad
del usuario percibida por el algoritmo.
Dicho de otra manera, una vez que se empieza a leer el mundo según las inclinaciones que el usuario ha dejado aparecer en la red, es imposible salirse de ellas. Todo está hecho para vivir con comodidad en este pensamiento único. Hay que ser conscientes de la fragilidad de la información moderna que, bajo apariencia de un pluralismo ilimitado, estrecha la realidad y termina por alterar gravemente la percepción que tenemos de ella. Como si los amigos de Facebook designaran primero a nuestros enemigos. ■ Fuente: Le1hebdo
Dicho de otra manera, una vez que se empieza a leer el mundo según las inclinaciones que el usuario ha dejado aparecer en la red, es imposible salirse de ellas. Todo está hecho para vivir con comodidad en este pensamiento único. Hay que ser conscientes de la fragilidad de la información moderna que, bajo apariencia de un pluralismo ilimitado, estrecha la realidad y termina por alterar gravemente la percepción que tenemos de ella. Como si los amigos de Facebook designaran primero a nuestros enemigos. ■ Fuente: Le1hebdo