Quizás no sea
demasiado conocida fuera de Francia, pero Rokhaya Diallo se define como “una
feminista interseccional y decolonial”. El que no la conozca no se pierde gran
cosa. Pero debéis saber que, en una tribuna publicada recientemente, ella
acusaba a Francia de “islamofobia”, especialmente respecto a las musulmanas que
llevan el velo.
Y da igual el medio en que lo haga: una revista francesa o una
cadena de televisión internacional controlada por el presidente turco Erdogan
que, como todo el mundo sabe, es un gran demócrata.
El título de
su columna es significativo: “La obsesión francesa sobre las mujeres musulmanas
revela un deseo de control, no de liberación”. Estima que la sociedad francesa,
lejos de defenderlas, está obnubilada por la idea de “excluirlas” de la esfera
pública. Así, ella califica la ley de 2004 sobre los símbolos religiosos en las
escuelas públicas de atentado contra la libertad: “En nombre de la emancipación
de las mujeres, las mujeres musulmanas han sido desterradas del espacio público
a causa del velo”. Ella compara las críticas al velo con la “fantasía de una
Francia blanca, en la cual todos los ciudadanos con otro bagaje cultural deben
asimilarse”.
Viendo
ciertos barrios, uno tiene el sentimiento de que no todos los musulmanes,
franceses o no, quieren asimilarse, pero nuestra polemista sabe utilizar todos
los recursos de la dialéctica para intentar demostrar lo contrario: los “blancos”
son los culpables de estas afrentas neocolonialistas que ella no deja pasar la
ocasión de denunciar. Hay que recordar que ella se inclinó por los “Indígenas de
la República” y que, en 2017, apoyó la organización de los campamentos de
verano, donde muchos talleres estaban reservados “a cualquier persona que no
sea blanca”.
Rokhaya
Diallo busca invertir las situaciones en su favor. Si las mujeres musulmanas no
se emancipan, ello no es por falta de cultura, es por la falta de cultura que
se les quiere imponer. A propósito del hiyab
vendido por Decathlon, ella considera
que, en un chocante movimiento de unanimidad, los políticos de todo el espectro
ideológico han condenado firmemente el marketing de esta vestimenta realizado
por la marca francesa, diciendo que ofendía los llamados “valores franceses”.
Juicio aproximativo, porque el asunto ha provocado controversias hasta en el
seno del partido mayoritario.
Cuando se
considera que el sectarismo es la expresión de la libertad y el comunitarismo
es una quimera del nacionalismo, todo es posible, incluso lo más aberrante. “Cada
vez que una mujer musulmana reclama sus derechos y demuestra que no es sumisa,
se le recuerda que debe permanecer invisible”, pretende esta feminista. Es en
nombre de su libertad, por supuesto, que esas mujeres se pasean con el velo
integral, sin embargo prohibido por la ley de 11 de octubre de 2010, que
dispone que “nadie puede, en el espacio público, llevar cualquier cosa
destinada a ocultar o disimular su rostro”. La presión intelectual es tal que
esta prohibición fue dictada no en nombre de la laicidad sino por razones de
orden y seguridad públicos.
Rokhaya
Diallo acusa a los políticos de “hacer todo lo posible para impedir (a las
mujeres musulmanas) hacer cualquier cosa fuera de sus casas”. Hasta le reprocha
a Macron haber declarado que el hiyab
no era “conforme con la civilidad de nuestro país”. Ironías de la historia,
ella juzga que el presidente francés no es lo bastante multiculturalista. ¡Dios
sabe, no obstante, los esfuerzos que él hace por serlo! Pero esto no debe ser
todavía, en su opinión, suficiente. Como si no viera libertad más que en la
sumisión. ■ Fuente: Boulevard Voltaire