Procreación médica
asistida, vientres de alquiler, eutanasia, y otros marcadores de una
sociedad donde la persona se libera de todo límite natural para obedecer
únicamente a su razón o seguir nada más que sus deseos. Una sociedad que las
logias masónicas han contribuido fuertemente a formar.
Son pequeñas frases
que hacen las delicias de los conspiracionistas. En febrero de 2017 el entonces
presidente Hollande fue recibido en la sede del Gran Oriente de Francia (GODF)
en la calle Cadet de París. Después de haber alabado a los pensadores y
promotores de la democracia y de la República francesa, Hollande declaró: “La
masonería no hizo la Revolución, pero la preparó”. Y un poco más tarde dijo:
“La mayor parte de las leyes de libertad adoptadas entre 1870 y 1914 fueron
pensadas y trabajadas en las logias”. De ahí a pensar que esas famosas logias,
donde el secreto es la norma, constituyen los arcanos oficiosos de un poder que
se escapa a los no iniciados y se emplea de manera muy concreta para orientar
el destino de una nación, no hay más que un paso.
Un paso que se hace
muy rápido. “Los maestros del Gran Oriente o de la Gran Logia quieren cambiar
la sociedad” explica Serge Abad-Gallardo al medio católico Aleteia, que pasó veinticuatro años en la logia del Derecho Humano,
en el seno del GODF. “Leyes como la del aborto, la eutanasia o el matrimonio
homosexual corresponden a las ideas masónicas de emancipación del individuo que
no se refiere ya más que a sí mismo, sin ningún otro límite moral aparte de los
que se imponga”.
En el caso preciso
del aborto, tema de actualidad tras el fallecimiento de Simone Veil, un
anterior Gran Maestre de la Gran Logia de Francia, Pierre Simon, médico y
ginecólogo, había confesado con orgullo que las leyes relativas a la
liberalización de esta práctica habían sido “pensadas y maduradas en logias
incluso antes de haber sido debatidas por los diputados”, confirma el filósofo
Thibaud Collin. “La vida no es más que un material, la persona tiene que
construirse a sí misma, etc.”. “La masonería cree en su propia utopía”, dice el
masón arrepentido, “todo lo que es posible para un ser humano puede y debe
serle permitido. La moral se deduce del pacto social y no de la ley natural
querida por Dios”.
¿Una antropología
anticristiana? “Sobre las leyes de bioética o aquellas que tocan al sentido de
la sexualidad, un cierto número de logias han hecho un trabajo de zapa
concienzudo y determinado”, confiaba a esta revista el obispo de Toulon,
Monseñor Rey, para quien “en la visión masónica, es la persona quien debe
definirse a sí misma, construirse a sí misma. En el plano práctico, esta visión
conduce a una moral que es finalmente muy ombliguista y subjetivista”.
En la vanguardia, a
comienzos del siglo XX, del programa republicano de laicización de la sociedad
francesa, los trabajos de la masonería son bien conocidos: separación de las
Iglesias y del Estado; escuela pública laica y obligatoria; Seguridad Social;
hoy, aborto, matrimonio homosexual o eutanasia. “Entre muchas de las causas que
movilizan a la masonería”, decía Hollande, “está la defensa de la dignidad
humana. Porque los masones han considerado siempre al ser humano como tal,
ustedes están a la vanguardia de los combates actuales contra el dolor, por el
derecho a morir con dignidad”. Una eutanasia que algunas logias contemplan no
reservar solo a las personas que estén en sus últimos días.
Este ser humano que
“no tiene otro objetivo que sí mismo”, como decía Albert Camus, ¿no encarna
simplemente una inclinación, legítima, de nuestra naturaleza humana? ¿Un simple
aspecto de nuestra condición? “No es el ser humano en sí mismo que quiere así
alzarse por encima de su condición, que tiene ese orgullo, ese apetito de
poder”, corrige Xavier Martin, profesor y especialista de la filosofía de las
Luces. “Al contrario, es una pequeña élite en la que estas ideas son muy
presentes y que propaga esta visión de la naturaleza humana con el objetivo de
remodelar toda la especie. Escuchar a Macron reclamar los ideales de las Luces
ante una asamblea de parlamentarios dóciles es bastante sorprendente incluso
si, como casi todo el mundo, no utiliza la palabra “Luces” de forma correcta”.
¿Hasta dónde llegará
esta ideología racionalista, cientifista y relativista que impregna ya tantas
ideas y tantos cerebros de nuestra sociedad? “Un humanismo ateo, que toma al
ser humano como única referencia, no puede sino llevar al transhumanismo”,
confiaba Thibaud Collin. El transhumanismo comparte en efecto con la masonería
el carácter utópico, el rechazo del ser humano en su finitud física,
intelectual, moral, en su realidad ontológica. Cierto, los masones piensan
sobre todo en la emancipación del ser humano a través del ejercicio de sus
facultades personales, mientras que los adeptos del transhumanismo sueñan ya
con el añadido de la tecnología en proporciones inéditas. Pero es difícil ver
en nombre de qué los primeros impedirían a los segundos continuar e ir más allá
con su gran proyecto. ■ Fuente: Valeurs Actuelles