Lejos
de ser una cuestión de orden privado, la sexualidad es una poderosa arma
política. Los lobbies progresistas la
utilizan contra la Iglesia y la “dominación” masculina para imponer mejor su
punto de vista.
Es
habitual decir que, en materia sexual, la libertad individual prevalece por
encima de todo. La sexualidad sería la cuestión más privada y, en consecuencia,
la menos política que existe. En realidad, es exactamente lo contrario. No hay
cuestión más política, pese a las apariencias, que la sexualidad.
Las
cuestiones sociales, y por lo tanto políticas, vinculadas a los comportamientos
sexuales son absolutamente primordiales, porque de los comportamientos sexuales
dependen las actitudes en relación con la noción de familia y educación, pero
también en relación con la filiación, el arraigo, el trabajo, el consumo y la
relación con los demás. El comportamiento sexual determina, a fin de cuentas,
una actitud y una filosofía en relación con la vida en general. A pesar de las distintas fuerzas políticas, el sexo está, por estas razones, en el corazón de una
batalla ideológica sin cuartel. Muchos ejemplos lo demuestran.
La Iglesia, madre de todos los males
______________________________________
Uno
de ellos es el descrédito que sufre la Iglesia católica en la sociedad actual.
Jérôme Fourquet se equivoca en este punto. No hay desinterés por la Iglesia. Lo
que hay, visiblemente, es una voluntad de hacerla callar, incluso de hacer desaparecer,
políticamente y, si es posible, también socialmente. En el plano de la
sexualidad, las posiciones que defiende oficialmente, son, de hecho, contrarias
a la filosofía de la libertad sexual sin tabús ni prohibiciones que propone el
progresismo moderno. En el mejor de los casos “conservadora”, en el peor
“rígida”, “atrasada”, incluso “medieval”, la Iglesia es, en cualquier caso, una
vergüenza, un obstáculo para vivir y bailar en círculos.
Los
medios, grandes defensores del progresismo, tienden a menospreciar a los interlocutores
católicos, a minimizar las persecuciones o las profanaciones de que son objeto.
Después de todo, si el progresismo es el “Bien”, la Iglesia y sus fieles, salvo
que abracen las tesis relativistas (evitando tomar posición) en materia sexual,
están claramente en el campo del “Mal”, y si experimentan retrocesos y reveses
es por este hecho.
Este
es el criterio con el que deben juzgarse los recientes ataques contra la
Iglesia en el caso de la pedofilia. Estos graves hechos deben ser juzgados y condenados
en todos los ámbitos, sin embargo, las demandas se centran casi exclusivamente
contra esta institución: no sucede lo mismo en los ámbitos deportivo,
educativo, hospitalario, etc. ¿No existen delitos de este tipo en estos
ámbitos? En todos los actos y actitudes reprochables o condenables hay una
especial y constante “omertá” contra
la Iglesia, lo que constituye una evidente intencionalidad política.
Esos hombres que explotan a las mujeres
______________________________________
El
otro ejemplo, que tiende a mostrar que la cuestión sexual es una guerra
ideológica sin cuartel, es la lucha de las feministas contra la presunta
“dominación masculina”.
La
afirmación, repetida constantemente en los medios de comunicación, de que
"una mujer muere cada tres días bajo los golpes de su compañero” es, por
ejemplo, muy escuchada. Efectivamente, es cierto que cada año mueren en Francia
unas 110 mujeres al año asesinadas por sus compañeros (cónyuge, pareja,
excónyuge o expareja). Este número de muertes es tremendo, pero según los datos
estadísticos representa el 0,00069% si consideramos que hay 32 millones de
personas que viven en pareja. Menor es el número de hombres que mueren a manos
de sus parejas femeninas, unos 30 al año. En general, se producen en Francia
930 asesinatos al año, cifra en la que se incluyen las anteriores. De ello
podría concluirse que, en general, la relación entre hombres y mujeres que
viven o han vivido en pareja es bastante aceptable, contra lo que se dice
habitualmente. Sin embargo, los medios insisten en fabricar una guerra de género
entre hombres y mujeres, dando prioridad así a un combate político dirigido a
desmantelar la concordia entre los sexos.
Otro
aspecto de esta "guerra" es la lucha llevada a cabo por las
feministas por la igualdad entre hombres y mujeres en el dominio del trabajo.
Una investigación reciente permite plantear algunas cuestiones interesantes.
De
su lectura se desprende claramente que la cifra del 23,8%, que suele ser
mediatizada como la "brecha más elevada en materia de desigualdad
salarial", es engañosa, ya que mezcla el trabajo a tiempo completo y el
trabajo a tiempo parcial. Si bien es cierto, según el estudio, que el 80% de
los empleos a tiempo parcial (que el estudio equipara arbitrariamente a
"empleos precarios", lo que no es necesariamente el caso) son
ocupados por mujeres, es evidente que el hecho de mezclar trabajo a tiempo
completo y a tiempo parcial falsea totalmente las estadísticas. Para hacerlo
bien, hay que medir las diferencias entre trabajos parciales femeninos y
masculinos, así como entre trabajos a tiempo completo en unos y otros. Esto no
se hace así, por lo que el resultado, evidentemente, no es el mismo. En
realidad, si el método utilizado comparase las diferencias en ambos tipos de
trabajo, la diferencia no sería más que del 9%. Pero no es esta cifra la que
interesa a los medios progresistas.
¿Qué
lectura hacer de estas estadísticas? El hecho de que la discriminación no lo
explica todo. Numerosas parejas modulan sus trabajos o sus carreras para
integrarlas en sus respectivas estrategias familiares. En el caso de las
parejas con bajos ingresos será más habitual que las mujeres ocupen empleos a
tiempo parcial (o empleos en la función pública, donde ellas son mayoría) para
liberar tiempo que dedicar a sus hijos. La misma modulación en el caso de las
personas con altos ingresos. Algunas mujeres diplomadas, después de haber sido
contratadas con un salario igual al de los hombres, eligen ralentizar sus
carreras y no progresar jerárquicamente para así poder dedicar más tiempo a sus
familias. Al contrario que los hombres, ellas no se dejan “devorar” por la
empresa, y esa elección es más que legítima.
No
negamos la existencia de discriminación, sólo señalar que la mayoría de las
estadísticas publicitadas están falseadas. Los estudios nunca incluyen las
estrategias familiares en relación con los hijos. Siempre presentan las
diferencias como imposiciones o sufrimientos obligatorios, cuando no siempre es
el caso. Este enfoque no es un descuido, siempre está dirigido políticamente.
El sexo es vida
______________________________________
Detrás
de los ataques contra la Iglesia, defensora de un modelo caduco del pasado,
detrás de la puesta en escena del enfrentamiento en las parejas, detrás de la
reducción de las mujeres a puros objetos profesionales sin otra estrategia que
la de trabajar lo más posible, se oculta un cálculo muy sórdido: hacer de los
hombres y las mujeres individuos desafiliados, abandonados a la máquina
liberal. Cuando los hombres y las mujeres se conviertan definitivamente en
enemigos, ya no habrá parejas, y ellos sólo podrán reunirse esporádicamente
como socios sexuales momentáneos.
Los
lobbies progresistas lo saben bien:
la sexualidad es la noción política por excelencia. A través de ella, se puede
promover, bien una sociedad humana y pacífica, que se organiza en torno a la
familia y los hijos, donde el trabajo y el dinero tienen, sobre todo, el
sentido de la gratuidad y del don familiar, o bien una sociedad puramente
liberal, centrada en torno a los deseos individuales y al trabajo como medio y
pretexto para satisfacerlos sin límite. En su lucha encarnizada para imponer
una sexualidad de autoservicio y de “barra libre”, los lobbies progresistas-sexualistas son los cómplices, perfectamente
conscientes, de los poderes económicos. Pertenecen al mismo mundo. Aunque
siguen siendo una minoría, estos lobbies
han tomado el poder y los imbéciles les dejan hacer. Como en todas las
materias, las ovejas parecen no ver que hay lobos al otro lado… y estos lobos
se convertirán en totalitarios, no estamos lejos de ello. Bienvenidos a Orwell.
■ Fuente: Causeur